El rock, género musical nacido en las décadas de 1940 y 1950, ha sido una poderosa forma de expresión que ha trascendido barreras geográficas y culturales. A lo largo de su evolución, el rock ha capturado las aspiraciones, frustraciones y desafíos de diversas clases sociales. Desde sus primeros días, el rock se ha asociado con la rebeldía y la ruptura de las normas establecidas. Surgió en un momento en el que las tensiones sociales eran palpables, con cambios significativos en la estructura social y económica. En sus inicios, el rock ofreció una vía de escape para aquellos que buscaban expresarse fuera de las restricciones de la sociedad de la posguerra.
Durante las décadas de 1960 y 1970, el rock se convirtió en la banda sonora de movimientos sociales y protestas. Artistas como Bob Dylan, Joan Baez y The Beatles abordaron temas como la igualdad racial, los derechos civiles y la oposición a la guerra de Vietnam. Estos músicos fueron voces para las clases sociales que buscaban un cambio significativo en la sociedad.
Con el tiempo, el rock se diversificó en una amplia gama de subgéneros, cada uno con su propio sonido y mensaje. El punk, el grunge y el indie rock, entre otros, llevaron las experiencias de diferentes clases sociales al centro del escenario. El punk, en particular, fue un grito de las clases trabajadoras y marginadas, desafiando las expectativas y rechazando las estructuras sociales convencionales.
En el siglo XXI, el rock sigue siendo un medio para explorar las complejidades de la sociedad actual. Desde la lucha contra la desigualdad económica hasta la reflexión sobre la crisis medioambiental, los artistas de rock contemporáneo continúan abordando temas relevantes para diferentes clases sociales.
A pesar de la diversificación del rock, persisten desafíos en la industria musical. La brecha económica entre artistas de renombre y aquellos que luchan por ganarse la vida es evidente. Muchos artistas emergentes provienen de clases sociales menos privilegiadas y enfrentan obstáculos significativos para obtener reconocimiento y éxito.
Colombia, conocida por su rica herencia musical que abarca desde la cumbia hasta la salsa, ha experimentado un resurgimiento notable en el ámbito del rock en las últimas décadas. Mientras que géneros tradicionales siguen siendo populares, una nueva generación de músicos colombianos ha emergido, consolidando su presencia en la escena musical internacional con su enfoque fresco y fusiones audaces.
Aunque el rock tuvo sus primeras incursiones en Colombia en la década de 1960, fue en los años 80 y 90 cuando el género comenzó a arraigarse más profundamente. Bandas como Kraken y Aterciopelados fueron pioneras en fusionar elementos del rock con la rica tradición musical colombiana. Y en los 2000 con Juanes y Shakira siendo estrellas mundiales. Sus letras socialmente conscientes y su sonido distintivo resonaron con una audiencia ávida de algo nuevo y emocionante.
La última década ha visto el surgimiento de una nueva ola de músicos y bandas que han llevado el rock colombiano a nuevas alturas. Grupos como Monsieur Periné han fusionado el rock con elementos de jazz y música latina, creando un sonido fresco y ecléctico que ha cautivado audiencias internacionales.
Sin embargo, para los músicos de rock en Colombia, navegar por este paisaje no siempre es un camino fácil. A pesar de la creciente apertura a diferentes géneros, los desafíos persisten para aquellos que eligen el camino del rock en Colombia.
El rock, a pesar de su popularidad global, ha enfrentado estigmatización en Colombia ya que es un país tropical, conservador y con serios problemas de educación. Algunas veces percibido como un género asociado con las juventudes de clases altas, cultura extranjera y letras lejanas a la realidad del sector rural, que hace parte del mayor porcentaje de territorio en este país. Así entonces, los músicos de rock a menudo luchan contra estereotipos que pueden afectar sus oportunidades de ser reconocidos y apoyados por el público y la industria musical en comparación con músicas que sí reflejan la identidad de los territorios como el vallenato, las músicas tropicales, de herencia africana o con instrumentos del colonialismo español.
Aunque la escena musical colombiana ha experimentado un crecimiento significativo, los músicos de rock aún enfrentan la falta de lugares adecuados para presentarse a pesar de proyectos tan emblemáticos como Rock al Parque, o las convocatorias culturales de entidades públicas en algunas ciudades. Además, la financiación y el apoyo económico para proyectos independientes son limitados, lo que dificulta la producción de álbumes, la organización de giras y la promoción efectiva.
Los medios de comunicación tradicionales tienden a favorecer géneros más comerciales, dejando a los músicos de rock en un segundo plano. La falta de visibilidad en la radio y la televisión puede obstaculizar la capacidad de estos artistas para llegar a audiencias más amplias y construir una base de seguidores sólida. Las pocas emisoras en las que se programa rock se enfocan en los clásicos, los éxitos comerciales extranjeros, programas especializados en horarios de poca audiencia y comunicadores corruptos que solo programan artistas que correspondan a su gusto particular o a su círculo social cercano. Aunque el internet ha facilitado la circulación de contenido para todos los públicos, el hecho de tener proyectos que se vuelvan populares o virales implica inversión de recursos, estrategias, aliados y sobretodo apoyo público y privado.
No es gratis entonces el estigma de relacionar a los grupos de rock en Colombia con clases privilegiadas, ya que los artistas que son divulgados corresponden en su gran mayoría a personas con un poder adquisitivo medio alto, muchos de ellos con carreras universitarias, incluso músicos pertenecientes a familias adineradas y de élite. Diferente el escenario local en comparación con los músicos emblemáticos en países como Inglaterra o Estados Unidos, donde artistas como Los Beatles, Bob Dylan, Chuck Berry, Black Sabbath, Sex Pistols, etc. hacen parte de las juventudes de clases obreras, con pocas oportunidades, dificultades económicas pero con muchas cosas para decir y sobretodo con herramientas para ser creativos e innovar.
Los músicos de rock en Colombia generalmente han estado dependientes e influenciados por las nuevas corrientes extranjeras exitosas que surjan, sujetos a la tecnología tardía o a tener la oportunidad de viajar a festivales y circuitos internacionales para estar al tanto de las nuevas tendencias, comprar instrumentos, equipos y conseguir recursos para sus proyectos. Podría entonces decirse que el rock en Colombia lo ha construido creativamente las clases altas, con su gestión en lo público o privado y dentro de sus privilegios. Esta condición aleja ampliamente al rock de otras músicas populares de Colombia, ya que no logra ese sentimiento de pertenencia, identidad y folclor habituales en las zonas rurales, pueblos y ciudades intermedias del país.
Desde que el reggaeton ha logrado trascender fronteras desde la cultura latina hacia el mundo, ha sido el género musical más comercial hasta nuestros días, dejando al rock marginado y en Colombia no es la excepción. Sumando a esto la importancia que ha tenido en los últimos años, la exploración y rescate de músicas tradicionales, indígenas y latinas dentro del país. Esto dificulta aún más el interés del público colombiano hacia el rock, como también de los músicos, los productores y agentes del sector industrial de la música, que prefieren apostar a propuestas más diversas, alejadas del purismo que supone el género rock en cuanto a su formato, instrumentos y composiciones.
Foto: Miguel Zapata Díaz
El rock no prosperará en Colombia por que la formación vocal del país no sirve para esa música. Acá lo que no hay es cantantes de rock. Músicos de rock sí hay. Cantantes no.