Julieta, si quieres, como yo, vivir feliz en el crimen —y yo cometo muchos crímenes, querida mía—, si quieres, repito, encontrar la misma felicidad que yo, trata de convertirlo con el tiempo en costumbre tan dulce que te resulte imposible existir sin cometerlo y que todas las conveniencias te parezcan ridículas, hasta que tu alma flexible y, sin embargo, nerviosa se habitúe a transformar todas las virtudes en vicios y todos los vicios en virtudes. Entonces un nuevo universo nacerá ante tu mirada, un fuego devorante y delicoso se deslizará en tus nervios y se unirá con ese fluido eléctrico en donde reside el principio de la vida. Ya que tienes la felicidad de vivir en un mundo de donde me ha desterrado mi triste destino, cada día formarás nuevos proyectos y cada día su ejecución te colmará de una voluptuosidad sensual que sólo tú conocerás. Todos los seres alrededor tuyo te parecerán víctimas destinadas por la suerte a la perversidad de tu corazón. No más lazos, ni cadenas: todo desaparecerá rápidamente en la antorcha de tus deseos. Ninguna voz se elevará en tu alma para frenar tu impetuoso cuerpo. Ningún prejuicio te inclinará en favor de los demás. Todo será disuelto por la sabiduría, y llegarás imperceptiblemente a los últimos excesos de la perversidad por un camino cubierto de flores...
(Historia de Julieta o Las Prosperidades del Vicio, tomo I)